jueves, 29 de noviembre de 2007

MI HERMANO Y YO / CRONICA

Por
Juliàn Martinez Vallejo
Estudiante Comunicaciòn Social y Periodismo
Politecnico Gran Colombiano
Es una mañana común y corriente, fría y empolvada, un poco oscura y lluviosa. Son las 6 y quince de la mañana, Cristian y David se levantan a desayunar, antes de comer huevos, pan y chocolate, saludan a sus compañeros de hogar diciendo “buenos días amiguitos…” y con la mesa completa, hacen una oración a Dios agradeciéndole por los alimentos. Se disponen a comer y la Hermana Blanca Nieves les habla sobre las actividades que les tiene preparadas durante el día, todos contentos agradecen, pero en especial la voz de Cristián se toma el lugar y dice: “Hermana, estoy contento con la vida porque estoy bien y me siento feliz de estar aquí”.

Cristián tiene 6 años y desde hace uno vive con su hermano Juan David en el hogar Ana Cook, su papá Carlos, por motivos económicos tuvo que dejarlos allí para tener tiempo de trabajar y estabilizarse.

Hoy es lunes, empieza la semana, para todos y en especial para los niños del hogar, son las siete y media, y ellos quieren bañarse, como es natural, les gusta el agua, sea fría o caliente, bañarse para ellos es un placer y pareciera que fuera la mejor parte del día, pues la gozan tanto, que salen del baño con la cara achantada.
Carlos es carpintero, de ahí saca para sustentar sus gastos y los de los niños, aunque gracias al hogar en donde están sus hijos, los gastos y presiones económicas han bajado, de igual forma, él acordó una cuota mensual para colaborarle al lugar en donde viven sus niños.

“A mi me gustaría ser policía cuando grande, para ayudar a la gente de todos sus problemas”. Juan David expresa sus deseos, cuando la Hermana Blanca Nieves les preguntó a todos qué querían ser cuando grandes, él tiene 7 años, pero tiene tantas ganas de salir adelante que su cara expresó mucha confianza, agregó que su hermano Cristián va a ser un médico y que ya tienen ocho mil pesitos ahorrados para pagar la universidad. Sus compañeritos, quieren ser soldados, bomberos y futbolistas, en general, todos piensan en algo que puede mejorar la situación actual del país.
La Hermana Blanca Nieves vive contenta con sus niños, ella es la directora desde el 2005, llegó de Medellín con la expectativa de ayudar a los niños que de verdad necesitan la compañía de ella y sobretodo la de Dios, por eso la gran misión es ayudar y crear un ambiente de paz en los niños.

Para ninguno es fácil estar allá y más aún siendo tan pequeños, pero las hermanas están para eso, para dar amor, apoyo y compresión y aunque ellos no lo vean como ven el de su familia, ellas se convierten en su primer apoyo durante esta etapa.

Carlos perdió a su mujer, no se sabe exactamente cómo, pero tiene claro sacar a sus dos hijos adelante, aunque muchas veces se sienta solo. Para él es doloroso tener que dejar de lunes a sábado a sus niños en el hogar, pero también lo hace para no llevarlos de un lado a otro aguantando hambre, porque antes pasaban muchas necesidades y no quiere saber nada de eso, por ahora tiene como meta conseguirle a sus hijos dos cupitos en la escuela para que puedan estudiar desde el próximo año, puesto que éste sólo reciben asesoría de las hermanas del hogar y de algunas estudiantes del Colegio Santa Teresita de Jesús que prestan el servicio social allá. De todos modos, eso no ha sido un impedimento para que ellos no sepan dibujar, escribir, colorear y pensar, porque ahí van bien. Las ganas que tienen de cumplir sus sueños son grandes y eso será su fuente de inspiración en la vida.

Después de bañarse se fueron para el parque a jugar fútbol, como era de esperarse, los niños nombraban a Ronaldinho, Kaka, El Pibe, Maradona, etcétera, haciendo alusión a que ellos eran. Todos iban detrás del balón gritando, riéndose y haciendo goles, las hermanas los cuidaban y decían “hay que disfrutar esa etapa de nuestras vidas, porque niños sólo somos una vez”, y en efecto los niños querían disfrutar, pasarla bueno y vivir la vida, sobre todo Cristián, que cuando hizo un gol, empezó a correr por todo el parque como una cabra, casi nadie lo para, le tocó a la hermana Rosalba detenerlo y decirle que tuviera más cuidado. Son locos, cansones, habladores, inquietos, hiperactivos, pero así los quieren, los niños son la fuerza de los adultos, aunque muchas veces no quieran demostrarlo.

Michael, otro compañerito, es el “caspita” del hogar, le gusta molestar y hablar mucho con sus compañeros, él los integra, se hace querer y es la vida de su mamá, porque cuando lo visita trata de llevarle algo, así sea un dulce. En la última ocasión le llevó una cesta de basketball con una pelota, que después se convirtió en el dolor de cabeza de las hermanas, porque la instalaron en un vidrio y sonaba tan duro que parecía que fueran a romperlo.

Llegó la hora de almorzar, gritó Carmen Tulia, los niños hacen una fila para recibir su sopita, seco y postre, hoy les tienen, sopa de cebada, arroz, fríjoles, carne, arepa y plátano; de sobremesa agua de panela fría, y de postre unas galletas can can. Luego de comer en compañía de las hermanas, los niños hacen otra oración y se alistan para ir a la escuela. Se cepillan los dientes y la hermana arma su grupito para llevarlos a estudiar. En ese momento Cristián y Juan David quedan muy tristes de ver que sus amigos se van durante un largo tiempo del día y quedan solitos, esperando que el grupo que estudia en la mañana llegue para seguir haciendo las actividades que el hogar tiene para ellos.
Es triste, sobretodo para las hermanas, ver que estos niños tan emprendedores e inteligentes, no tengan la oportunidad de ir a estudiar, pero ellas recalcan “Que Dios sabe cómo hace sus cosas y si están así es por algo”, es evidente que esta petición va dentro de la oración de ellas, por eso confían en que Carlos conseguirá los cupos respectivos para la educación de sus hijos.
Todo tiene su razón de ser y estos niños aprenderán de la vida más otros, lo importante es que cuenten con el apoyo de personas como las del hogar, que a propósito, ofrece en cualquier caso, ayudas psicológicas y asesorías, en donde encuentran guías y consejos. En fin, el hogar, a pesar de la humildad, tiene de todo, sobretodo la presencia de Dios, que se hace ver en cada sonrisa de los pequeños.

Después de las 3pm, llegan Alejandra y Marcela, estudiantes de décimo grado que prestan sus servicios de alfabetización en el Hogar Ana Cook, lo hacen dos horitas diarias, hasta completar 100. Cuando llegan, los niños se ponen felices porque ellas le dan un toque dinámico al día, hacen actividades como jugar a las escondidas y lecturas de cuentos; posteriormente les ayudan a los niños a hacer sus tareas, son niñas muy pilas que reflejan un gran agrado al hacer esta obra que resulta importante y gratificante para la vida de ellas.
Cristián las adora, dice que ellas son sus novias, es el galán coqueto del hogar, las monjitas no pueden evitar eso, pues cada persona lleva ese tipo de sentimientos en el alma y desde que no sea imprudente, es bonito que lo exprese. Las niñas lo consienten y lo quieren mucho, ellas también hacen fuercita para que él y su hermanito, entren a la escuela y así poder demostrar la inteligencia que llevan por dentro.

Como es lunes y la semana hay que empezarla feliz, Alejandra les llevó a los niños unas colombinitas de fresa para premiarlos por su buen comportamiento y así incentivarlos para que hagan bien sus tareas, entonces resultó exitosa la “táctica” de la niña para tener a los niños muy contentos.
Las hermanitas del hogar son emprendedoras, a punta de contactos y ayudas de fundaciones, empresas y demás instituciones, han sacado el hogar adelante, consiguen la comida, el dinero para los servicios, camas, libros y refrigerios. Son tres, Blanca Nieves Marín (Directora), Carmen Tulia (Cocina) y Rosalba Zuluaga (Asesora) son Hermanas Dominicas de la Providencia Social Cristiana. Ellas no reciben alguna remuneración económica por hacer esta labor, pero si les alcanza para comer y tener vivienda fija, que son las necesidades básicas.

La tranquilidad de Carlos está en ellas, pues sabe que sus hijos, en medio de todo, están en buenas manos, naturalmente le hacen falta, pero se encomienda mucho a Dios para que los lleve por buen camino. Cuando está en la carpintería donde trabaja, sueña que sus hijos no terminen como él, “un simple carpintero”, confía y sabe que van a salir adelante, porque se esmerará y siente una gran ayuda por parte de la vida al tener a sus niños en el Hogar Ana Cook, que efectivamente ha sido una bendición.

Sus niños lo adoran, el otro día, estaban más felices porque su papá les compró un refrigerio, compuesto de un refresco, unas galletas y unos chitos; es tan fácil llenar la vida de una persona con tan sólo dar un detalle con el corazón. El papá lo tiene claro y sacará sus hijos adelante, le toca duro y sentir lejos a sus hijos es su debilidad, pero por excelencia tiene (como todos) la compañía de Dios que nunca faltará.

En el hogar hay alrededor de 40 niños entre 4 y 12 años, de los cuales hay dos grupos, el primero son los peques de 4 a 8 años y, el segundo son de 9 a 12; la mayoría de niños pertenecen al primer grupo. Hay 7 habitaciones muy amplias y se componen de 6 camarotes medianos y es ahí en dónde siendo las 8pm se van dormir, luego de ver un ratico de televisión.

Contaron ovejas, soñaron con sus amigos, héroes y familias, para después disfrutar de un nuevo día lleno de sonrisas y retos que superar.

Cristian y Juan David estudian mucho porque su papá tiene la próxima semana una cita para separar dos cupos y así asegurar la educación de ellos. Las hermanas luchan en compañía del Señor para hacer felices a estos pequeños, que en ningún momento estresan sino al contrario, llena de alegría las paredes de este lugar que se ha convertido en otra de las casas de papito Dios.
Carlos está feliz por la oportunidad tan grande que tiene al visitar una institución y presentar a sus hijos, que desde que nacieron han sido su motor para salir adelante. En el hogar, todos tienen confianza y fe para que los niños puedan estudiar, que es lo único que les hace falta, porque afortunadamente en medio de las dificultades, están bien y Dios les ha dado los medios para conseguir cada granito de arena para construir sus vidas con honestidad. Juan David cree en un país sano que va a salir adelante y quiere ayudar a mucha gente, su sueño es comprarle una casita a su papá para que deje de pagar arriendo, dice que “Mi Hermano y Yo” le recompensaremos al hogar todo lo bueno que se han portado con nosotros.

Mientras tanto estos dos hermanitos esperan el sábado con buenas noticias de su papá y así prepararse para entrar a la escuela.

Son niños muy pilos y necesitan de la ayuda de nosotros, por eso, si quieres hacer alguna donación puedes comunicarte con el Hogar Ana Cook al 2674223 y hablar con la Hermana Blanca Nieves Marin.


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